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Reportaje al Doctor Bruno J. Bulacio
por Lic. Margarita Dupouey Lic. Alvaro de Las Carreras.

P.L.: ¿Qué entiende Ud. por un ser adicto? B.B.: Lo primero que hay que discriminar cuando uno se hace esta pregunta en cuanto al tema de las «adicciones», es un fácil corrimiento a tratar el tema en términos de la adicción a drogas Creo que tenemos que ser algo precavidos en esto, porque lo primero que debemos saber, es que es una temática casi inherente a la condición humana. ¿Quién puede autorizarse a decir que no tiene una adicción?

En segundo lugar, la toxicomanía, o como se quiera definir, no es «la adicción» La diferencia es que ese «acto», es lo que por alguna via nos comunica algo a propósito del sujeto, su objeto y el contexto sociocultural que lo determina

La adicción, que uno puede traducir en términos de dependencia, diría jugando un poco con la expresión «lo adicto» es algo inherente a lo «no dicho, algo que ahi no está formulado, que carece de representación, de significación para el sujeto. ¿Por qué insisto en esto?, porque lo que marca la diferencia en el tratamiento de una adicción, va a ser la naturaleza del objeto con el cual el sujeto se relaciona, porque ésta es lo que en definitiva va a determinar el modo de tratamiento.

P.L.: ¿Por qué Ud. piensa el tema de la toxicomanía como un acto?

B.B.: Lo primero que la experiencia nos indica, es que esto no tiene la formula de un síntoma, en el sentido que habitualmente tratamos este tema, por lo menos, los que trabajamos con la CIENCIA DE LA PALABRA, EN EL CAMPO DE LAS ADICCIONES.

Vamos a suponer en un sentido más estricto, un síntoma obsesivo, muchas veces el sujeto puede encontrarse con una compulsión sin poder parar esta repetición, angustiarse por esa causa y, en la medida que existe divorcio, entre la intencionalidad y el acto que permanentemente lo determina, se pregunta ¿por qué? En toxicomanía, esto no se presenta así; cuando nosotros escuchamos un toxicómano que trae su acto, no de un modo sintomático, más que una interrogación sobre su acto, es una al mismo tiempo la legitimidad de ese encarnado ejercicio El sujeto está extraviado y se pregunta en donde está el otro, es decir en donde está el limite, donde está aquello en lo que pueda creer, el deseo del padre. Lo que introduce la prohibición como tal, un corte, la individualización, la subjetividad, etc. Como si este sujeto buscase desesperadamente su propia identidad y va al otro a hacer esta pregunta.

El toxicómano se presenta por su nombre, el dice «yo soy un drogadicto» Se define con un estilo de vida, sosteniendo una elección, a la que no va a querer renunciar hasta que las cosas no le demuestren lo contrario. En ello le va la vida, porque ahí esta anclado por este afecto de gravita ción que ese objeto tiene en su existencia, y es por lo que ese objeto está llamado a representar para el otro.

El verdadero sujeto de la toxicomanía no es el toxicómano, si entiendo por sujeto de la toxicomanía, la fuente que determina la posición de esa representación «toxicómano», sobre la cual el sujeto se identifica El sujeto de la toxicomanía siempre está en otro lugar, nunca hay una conciencia entre el sujeto de la enunciación y su enunciado, nuestro toxicómano.

P.L. Diría que necesariamente en el tratamiento de un adicto debe existir el tratamiento de los padres o familiar? B.B.: Si viene una pareja de padres y me dice que su hijo consume drogas, que no acusa recibo de

esto, ni reconoce la problemática, no fuerzo la situación de consulta; tomo este enunciado como una problemática a resolver por los padres, porque esta temática no es un síntoma del sujeto aun.

Si yo reúno a los padres con este joven y empiezo a trabajar desde el punto de vista de lo que comúnmente llamamos «un tratamiento familiar», mi hipótesis es que hace resistencia.

Convocar en una situación forzada a un joven que por alguna vía denuncia la adicción, la impotencia del otro, a un contexto de cooperación para trabajar una problemática, que por el momento no reconoce como propia, empodera la posición del sujeto, y en consecuencia es resistencial, no hay cambios. Cuando nos encontramos con la demanda de internación, tenemos que estar muy advertidos del tipo de respuesta que damos a esta demanda, en tanto responde a la angustia del otro, y más aún cuando toma la orientación de un control social de la problemática.

Debemos trabajar con la demanda, cuando uno trabaja con la temática de la familia y cuando la familia dice: «yo no puedo con este joven» El tema central es poder con la angustia del otro, porque ese hijo demanda un padre y ésta no es una temática por la que tenemos que apelar al hijo para resolver lo que es inherente a la historia del padre

¿Por qué trabajar con los padres? Porque ellos son los pacientes Y quien es el paciente?, es el que espera algo de mi, es el que vino a decirme que no sabe que hacer con ese hijo y que espera que yo por alguna vía lo resuelva

No necesariamente el padre espera algo de nosotros, este chico lo espera todo de ese padre, por lo menos, en una primera aproximación Si la demanda comporta una situación problema, hay que trabajar mucho para que haga síntoma Esto es que el padre advierta que el problema de la impo tencia no se resuelve en el otro, ni demandando el cambio en la posición del hijo por la vía de un tratamiento psicoterápico: todo va a consistir en escuchar lo obvio Toda la operatoria es hacer una suerte de reconversión de la demanda para que este sujeto advierta que el trabajo de ser padre, no es algo que se aprende por una suerte de pedagogia,

sino que tiene que ver con su deseo, con su verdad. La demanda de perentoriedad en las respuestas es resistencial, si no estamos suficientemente advertidos de esto, caemos en un juego tramposo. Hay que ser muy cautelosos, porque la angustia del padre, procura por todas las vias poner en el otro la solución del tema y nuestro toxicómano, permanentemente le marca que la cuestión está en otro lugar.

P.L.: ¿Qué es L.D.L.A.?

B.B.: Dentro de la temática de la toxicomanía, pensamos en una institución para dar una respuesta global al tema, que va desde la asistencia integral de pacientes con esta problemática, el trabajo con las instituciones, en lo que comúnmente llamamos prevención -otro gran tema-, la formación profesional y la investigación.

La base epistemológica de la propuesta tuvo que ver fundamentalmente con lo siguiente que la toxicomanía era un acto que ahí se instalaba, al cual teníamos que dar una respuesta adecuada según el tipo de demanda que nos llegaba, pero siempre entendiendo que esta cuestión iba a ir mucho más allá de una psicopatología. Cuando el tema de la droga nos trae la demanda de un juzgado, estamos trabajando sobre el discurso de la ley. Cuando el tema nos trae una familia en dificultad, estamos trabajando sobre esa institución Cuando el tema de las drogas nos trae al toxicómano, estamos trabajando toda la singularidad del sujeto y su relación con el contexto que lo determina. Cuando nos trae profesionales con una demanda de formación o de investigación, trabajamos con las cosas que le ocurren en su práctica cuando se encuentran con este campo que los implica y complica permanentemente en su práctica.

Por eso me parecía interesante en esta tema tica, no descuidar la tesis de que este acto tiene mucho que ver con la adicción del otro, lo que en esos otros contextos que determinan la posición del acto toxicómano no se termina de representar, ni de comprender Porque lo que se introduce ahi, con ese profundo efecto de resonancia, es el toxicómano como tal, como objeto de goce del otro, tradúzcase esto por impotencia del otro.

IDIA es un espacio para dar respuesta a la problemática desde el punto de vista de la cura, pero también poder pensar las consecuencias que

ese acto tiene en el campo de todas las instituciones. así fue concebido. Por eso trabajar con un juzgado. con la institución médica o educación, en la forma ción profesional o en cualquier campo donde la toxicomanía deja su marca o sus efectos es nuestro principal objetivo

Hemos creado un espacio hace ya tres años, para convocar a colegas de distinta formación y experiencia, interesados en el tema para avanzar en la compresión del problema, conscientes de que en los últimos años pocas instituciones han dedicado sus recursos al campo de la investigación

No podemos avanzar en una problemática de tan alta complejidad por las implicaciones que ésta tiene, sin una teoría sobre la práctica, sin abrir un espacio para pensar la práctica clínica y sus consecuencias en nosotros mismos y nuestras instituciones.

No hay nada más práctico que una buena teoría, ni mejor teoría que aquella que se desprende de una reflexión sobre la práctica. Es en este sentido que intentamos avanzar a través de una propuesta abierta a todas las disciplinas del campo social y al psicoanálisis en particular.

Dr. Bruno Bulacio

Psicoanalista

Integrante de la Red S.O.S. Drogue International

(Paris-Francia)