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En donde radica la mayor dificultad en el tratamiento con pacientes afectados al consumo de drogas?

Uno de los aspectos centrales radica en las resistencias, preliminares a todo tratamiento, por parte del paciente a reconocer el problema y en consecuencia a recibir cualquier tipo de ayuda. Durante esta fase, la demanda o el pedido de asistencia terapéutica suele estar en manos de terceros, familiares o allegados al paciente, preocupados por encontrar algún modo de llegar al toxicómano y poder influir sobre su actitud frente al problema.

Qué sugerimos frente a esta primera dificultad?

Lo primero es la consulta de la familia, aunque el paciente se resista inicialmente a hacerlo. No es obligada su presencia Lo segundo es el conocimiento por parte del profesional, de como funciona esa estructura que constituye a nuestro parecer, lo más esencial dentro de la fase inicial a todo tratamiento de la demanda, que se expresa a través de la negación o resistencia del paciente a todo tipo de intervención sobre la cura.

Cuál es el siguiente paso a seguir? Es lo que llamamos «el tratamiento de la demanda». Esta tarea con los familiares y allegados al paciente durante esa «fase resistencial», fue el resultado de una observación recurrente: la mayoría de los sujetos designados como toxicómanos que llegaban a nuestra consulta, lo hacían por medio del pedido de terceros. no lo hacían «voluntariamente» o como resultado de una decisión propia. No era sino una tentativa «reparatoria» frente a la angustia o impotencia de personas significativas de su entorno, con quienes mantenían un fuerte vínculo de dependencia, orientados muchas veces a la búsqueda de algún beneficio secundario por la vía de esta actitud.

Las resistencias a tratar el problema. pueden tomar una forma tanto en cubierta como manifiesta y declarada por el paciente. Esto nos presenta serias dificultades, dado que nos encontramos con un paciente» que no desea recibir ayuda e indiferente a las consecuencias de sus actos sobre su propia persona y la de terceros. Paradójicamente nadie menos paciente que nuestro toxicómano. A ésto habria que um la desesperación e impotencia de sus allegados frente a una circunstancia que no pueden manejar en modo alguno, desorientados y sin saber qué hacer ni cómo conducirse en tal difícil situación. Nadie más pacientes que ellos y siempre algo esperan de nosotros.

¿Cuál es el camino de respuesta sobre esta problemática, tan característica y patognomónica de la forma en como se presentan nuestros pacientes?

Lo primero es advertir que en la mayoría de los casos la demanda es de la familia y no del sujeto afectado supuestamente al consumo de drogas y así designado como toxicómano.

Es necesario cambiar la óptica y empeñamos en dar una respuesta sobre ese nuevo nivel de la demanda. Esta experiencia nos permitirá observar nuevos resultados. Aquellos familiares que pueden transitar este proceso» encuentran el modo de responder más adecuadamente y sentirse mucho más seguros en cuanto al modo en como pueden ayudar al paciente Luego de estos procesos» centrados en el tratamiento de esa demanda, los pacientes llegarán finalmente a la consulta con una actitud más resuelta y definida.

A poco de iniciado el proceso, los familiares nos comunicaban los cambios observados a partir del momento en que ellos habían empezado a introducir cambios en el modo de relación con el paciente, esto es un más adecuado manejo de limites.

Podían sostener su palabra frente a determinadas decisiones y lo que era más importante, habían empezado a creer mucho más en sí mismos y en el tipo de respuesta a dar frente a las actuaciones de riesgo, y los temores y dudas que éstos les infundían. Por supuesto no sin antes haber transitado un recorrido por sus propias dificultades en el manejo de esa relación.

A tal punto esta experiencia marcó nuestra práctica, que llevó a hacer de estos «procesos» el dispositivo por excelencia en la fase preliminar a cualquier tratamiento de drogas, designando de este modo una «estrategia» altamente eficaz en la obtención de resultados en esa fase tan compleja del tratamiento de cualquier toxicomanía.

Esta «estrategia» permitió evitaren la mayoría de los casos, las internaciones compulsivas, especialmente en aquellos casos en que la falta de motivación o voluntariedad para asumir la cura, acarreaba una serie de dificultades y costos a familiares y allegados.

La estrategia no es sino una operatoria de «sistematización» de la estructura que cumple una función «soporte» de las actuaciones del paciente, facilitando la introducción de un ordenamiento y la configuración de bordes» y «limites» más precisos en la relación con el otro, que facilitará la aparición de otras y nuevas formas de elección. Lo que esta operatoria (que siempre es «analítica» como «separación y

diferenciación de elementos) introduce, es la dimensión de «un corte», una «pérdida» en el marco de una ya acostumbrada dialéctica sin solución entre identidad y diferencia que el sujeto sostiene con una cierta «particularidad en esa apendicular relación con su entorno. El límite que siempre proviene del otro es lo que abisma y hace borde en la relación del sujeto con el mundo e introduce la dimensión de la elección y en consecuencia su deseo Este es el punto donde se precipita el encuentro entre el toxicómano y el otro. (nacimiento de la transferencia)

No hay clínica de las toxicomanías en esta fase preliminar a todo tratamiento sin una clínica del otro. Esa que hace de ese nuevo sujeto de la demanda, un punto de inflexión desde donde se conducirá todo el proceso posterior de la cura.

Dr. Bruno Bulacio Director IDIA