Entrevista al Dr Bruno Bulacio por la Lic Marcela Raiden *

*Jefa del servicio de investigación del Hospital Nacional en Red Especializado en Salud Mental y Adicciones. Licenciada Laura Bonaparte.

M R: : ¿Qué entiende ud por adicto?

B B : Lo primero que hay que discriminar, cuando uno se hace esta pregunta en cuanto al campo de las “adicciones”, es el fácil corrimiento a tratar el tema en términos muchas veces excluyente para la “adicción a drogas” y particularmente de drogas de uso ilegal, como es el caso de las toxicomanías, en cuanto a las resonancias que ese significante “adicto” o “toxicómano” tiene para nuestro universo cultural . Creo que tenemos que ser algo precavidos en esto, porque lo primero que debemos saber, es que la adicción es una problemática, por no decir característica, tan propia como inherente a la condición humana, ya sea en su faz evolutiva, biológica, psicológica y social del sujeto, sin dejar de lado el universo hiperconsumista en el cual éste se constituye como un “producto” más dentro de ese colectivo, de consumidores consumidos por el mismo sistema de representaciones que gobiernan el mundo actual. ¿Quién podría autorizarse a decir o a no reconocerse como sujeto de una adicción?

En segundo lugar, ese significante, toxicomanía, o como se lo quiera nominar o metonimizar: “drogadependencia”, “farmacodependencia”, “uso indebido de drogas”, “consumos problemáticos”, etc., no es en mi discurso lo que llamo “la adicción”. Las toxicomanía, “drogodependencia” o cualquier otro tipo de “consumo problemático”, para el sujeto así designado como “adicto”, siempre esta mediado por un “acto”, es lo que por alguna vía, muchas veces la más privilegiada,la escópica, nos comunica algo a propósito del “sujeto de la adicción”, su objeto y el contexto sociocultural y significante que lo produce y determina, y que rara vez coincide con la posición subjetiva del toxicomano. Es el sujeto social problematizado por el consumo de su toxicomano. Es el “consumidor” consumido por su partenaire, que nunca ha dejado de ser un “consumo problemático” para él. En definitiva su decir en acto no ha alcanzado mejor destino, en el horizonte del Otro

La “adicción”, que muchas veces traducimos por “dependencia”, diría jugando con la palabra “adicto”, es algo que tiene la polisemia y resonancia significante de la expresión “no dicho”; algo que carece en el discurso de representación significante para el sujeto y para el Otro social del toxicómano y que aventuramos como el lugar de “la causa”.

Para concluir con esta diferencia : lo que llamamos toxicomanía, es el significante que nombra el acto que por alguna vía algo viene a decirnos del sujeto y de su relación con el mundo de los otros, su mensaje no evita profundas resonancias para quien quiera escuchar y consecuencias para su agente, el toxicómano.

Lo que en mi discurso se designa con el significante “adicción” , lo que ahí no esta dicho a propósito de la relación de ese sujeto con el mundo, es lo que juega en el lugar de la causa de su mensaje y en tal sentido es algo ignorado por el sujeto; y lo que hace causa de ese acto llamado a ser descifrado, interpretado por el Otro , y que como representación es inconsciente.

En este sentido también podemos decir que “la adicción” ese “imposible de decir”, es inherente a la naturaleza de lo humano en tanto decires, indecires, y desdecires de la lengua hablan en un sentido estrictamente freudiano, de la constitución del sujeto del inconsciente. Por lo que toda “adicción”, eso que “falta al decir” es algo a ser revelado aunque no se trate de un “síntoma” del sujeto, en el sentido Freudiano de este concepto.

Los avatares de la relación de un sujeto con el mundo y sus consecuencias en términos de representaciones también son propios de la naturaleza de lo humano, el toxicómano también hace su interpretación en acto del mundo. Es lo que no podemos dejar de escuchar si pretendemos entender su mensaje.

Todo toxicómano tiene su “partenaire” , este partenaire, como en el arte de la danza clásica, es el que sostiene y acompaña el movimiento coreográfico de su manía, sujeto pasivo en apariencia es su soporte, él es quien mejor lo “soporta”, “consumo problemático”, que no es relativo a la droga, sino a su toxicómano. El partenaire hace del toxicómano su “objeto” hasta su consumación, desbastado por el impacto de su mensaje. Eso es lo que he definido como lo “inaudito” del partenaire: “lo que no se quiere o puede escuchar de ese mensaje”, lo insoportable de su acto en el universo de un goce donde este es rehén, de su toxicómano. Secuestrador- secuestrado, “síndrome de Estocolmo”, nunca se sabe al fin de cuentas, quien es el principal deudor ni a quien beneficiará padecer, en términos de goce, todo ese trabajo de rescate.Como rescatar al toxicomano de la droga y a este de su partenaire.

M R: ¿Por qué habla de la toxicomanía como un “acto” del sujeto?

BB: Lo primero que la experiencia clínica nos indica, es que la toxicomanía no tiene la forma de un síntoma, freudianamente hablando, y en el sentido o dirección en que habitualmente tratamos este tema, por lo menos quienes trabajamos con la palabra, psicoanálisis de por medio, en el campo de las “adicciones”, de todo aquello que se torna imposible de decir.

Vamos a suponer en un sentido estricto un síntoma neurótico, pongamos por caso una neurosis obsesiva. Muchas veces el sujeto puede encontrarse con una conducta compulsiva sin poder parar esa obsesa repetición de sus rituales, angustiarse por esta causa y en la medida que existe una distancia, una suerte de divorcio, entre la intencionalidad de su deseo y el acto que permanentemente lo determina como un neurótico obsesivo, se preguntará : ¿Por qué? Porqué ese divorcio irreconciliable entre su acto y su deseo manifiesto siempre lo conducirá a una pregunta sin una aparente respuesta y donde el saber supuesto a “otro” que en muchos casos llamamos analista o cualquiera que como lugar le sea sustituible, le permitirá transferirle artificiosamente toda la fé sobre una respuesta en la que el sujeto no ha dejado de creer, aún.

En toxicomanía, esto no se presenta de esta manera. Cuando nosotros escuchamos a un toxicómano que nos trae o relata su “practica toxicómana”, por más “obsesiva” que esta se presente, y decimos: “no sintomáticamente”, mas que una pregunta, que enigmatice, una tan compulsiva existencia, más que una interrogación sobre un acto tan desbastador para el sujeto, lo que introduce con su presencia es una “clara certeza”, casi diría, “sin lugar a dudas”, de lo que esa práctica representa para él. Si hay una pregunta, que la hay, aunque esta no esté formulada, es la pregunta por la “existencia del Otro” , legitimidad y sentido para cualquier acto del sujeto. Pregunta escénica , puesta en el escenario del mundo, llamada a interrogar al Otro a través de sus múltiples encarnaciones. Si de algo esta cierto es de su goce, del sin sentido del mismo, de “su versión” y de la “suversión” de su acto, de su “adicción” , sabe de su “deseo”, de lo que “le falta” y de lo que “le hace en falta”,hace de ese acto una decisión sin decirlo, con un destino indecidible o a ser decidido por el Otro. Complejo y paradójico como los avatares de la vida misma para un mundo sin respuestas, en las cuales no cree, ni creerá.

M R: ¿Qué es lo que “sostiene” a un adicto en su carácter de tal?

BB: “Letal” ,podría decir también, y no tanto para el sujeto como para el Otro. La toxicomanía es una “práctica”, como lo decía recién, no un síntoma. Práctica o acto de drogarse, que el sujeto sostiene y es sostenido no sin razones ni beneficios, tanto para si mismo como para su paracitado y paracitante partenaire.

La toxicomanía, esa practica de “compulsos”, insistentes repetidores del goce, se nos manifiesta en nuestra experiencia al modo de una tentativa del sujeto como “solución” a un problema del Otro, a un síntoma que no está a la vista, “enunciado”, dicho o representado en la posición del “Otro” como social, ese que en sus múltiples encarnaciones llamamos “partenaire del toxicómano”.

Cuando se plantea el tema del “sostén”, del “soporte”, ese acto no solo se padece sino que se soporta en el lazo con el Otro, donde por naturaleza de ese “entrelazamiento”, el Otro nunca puede terminar de dar respuesta, de “dar cuentas”, auditado por el mismo toxicómano, sobre lo que ese acto viene a interrogarle como relativo a su lugar y al ejercicio de cierta función donde el toxicómano aparece implicado en cuanto lugar al cual es llamado.

“El toxicómano se sostiene en la “adicción” del Otro”, esa es mi tesis, no solo en su dependencia, sino en lo que este( el otro) no puede terminar de decir, de simbolizar, de comprender de ese acto y su representación, lo indecible y a su vez indecidible de lo que ese lazo representa para su vida, en el marco de su función, alojado en el seno de cada una de nuestras instituciones, desde la familia al estado.

MR: ¿Cuáles son las incidencias de los factores sociales en la toxicomanía?

BB: Las “toxicomanías” son un factor social. Me inclino a pensar que el problema de las toxicomanías, como los hay otros, pero no de tanta resonancia en su discurso, para el campo sanitario, médico, psicológico, jurídico, social, de seguridad, de la ciencia, de la política y del estado, esta coronando toda una situación, que yo definiría de carácter epocal, acompañando una serie de cuestionamientos, de crisis de paradigmas, sobre lugares instituidos de verdad, tanto para la ciencia como para la ética. El Otro como lugar del ideal ha sido llamado a declinar.

No es un problema que podamos circunscribir a los tiempos de la posmodernidad, creo que para poder entenderlo más claramente tenemos que remontar sus raíces a la modernidad, con todo el corrimiento de muchos de los paradigmas fundamentales en que se sostiene la verdad de nuestras instituciones, en el campo de las ciencias, del pensamiento y de las creencias y sus consecuencias para las subjetividades de época.

Cuando los discursos , los valores y el ideal social como fenómeno individual o colectivo entran en crisis, los efectos que estos producen es lo que podríamos llamar “la caída” , y sin pretendernos extremistas, diría el “derrumbamiento” de esa figura que lleva el nombre del “padre”, apelación a una metáfora, en el sentido de que lo que designamos como “lugar del Padre” es algo llamado a representar, hoy por hoy, su declinación.

F. Nietzsche hablaba de esta orfandad cuando introduce la cuestión de “la muerte de Dios”, que no es un problema de creencia religiosa, se produce una ruptura en el pensamiento filosófico y una suerte de cuestionamiento radical de toda la metafísica tradicional. Lo que Nietzsche esta diciendo es que no hay verdades eternas, solo hay interpretaciones.

Hay también todo un movimiento a fines del siglo XIX y principios del XX, un corrimiento hacia nuevos paradigmas en las ciencias que llamamos duras. ¡Hasta en ellas! Por ejemplo la aparición de la Mecánica Cuántica, y la introducción del Principio de Incertidumbre, que viene a cuestionar toda la concepción determinista de la vieja mecánica Newtoniana. Con estos avances en la teoría de Cuántos polemizará una nueva idea del tiempo, del espacio que llevará el nombre de Teoría de la relatividad general.

Y así con un acumulado de nuevas ciencias y las mas sorprendentes tecnologías que marcaran el rumbo del siglo XX y su entrada en nuestro siglo. Lo que permanentemente estará cuestionado es el lugar de legitimidad de nuestras instituciones del saber y el poder de quienes la representan.

Las toxicomanías, como un fenómeno de época, se presentan como una problemática de muy particular complejidad, que abarca prácticamente todos los discursos. Cuando decimos toxicomanía se abren todas las cuestiones relativas al objeto y discurso de las ciencias sociales, la medicina, la psicología, la sociología, el psicoanálisis, la historia, la antropología, las ciencias políticas, la economía, la ética, etc.

Nos encontramos con un acto que introduce una gama de cuestiones muy complejas que en extensión, van mucho más allá de la posición particular en la cual uno puede preguntarse por un individuo o colectivo, sobre el móvil que puede conducirle al consumo de una droga de uso social o ilegal. Aprovechemos la oportunidad , que este “factor social” nos brinda epistemológicamente hablando, para pensar todas nuestras instituciones ,especialmente las de salud en cuanto a nuestro campo se refiere.

Lo que si se ha hecho evidente con la entrada en el siglo del mileño, es la aparición de una suerte de “toxicomanias generalizadas” que en este universo hiperconsumista del capitalismo actual, justifica y explica esta crisis de valores, sobre los horizontes de poder y legitimidad de nuestras ciencias medicas y sociales y sus alcances, que toda toxicomania en un sentido estricto cuestiona.

MR: ¿Puede usted ubicar una adicción en el mismo rango que una fobia?

BB: Una de las cuestiones que hace que establezcamos la diferencia entre la temática del acto y la del síntoma es que ese acto no tiene una determinación dada por la historicidad del sujeto, nadie puede hoy demostrar que un sujeto adviene toxicómano por razones que podríamos anudar a su historia infantil ,pongamos el caso, en el sentido del determinismo psíquico inconsciente tal como lo teoriza Freud en sus escritos sobre el síntoma.

Y estamos ciertos que no es en el contexto de los lazos familiares donde podemos ubicar algo que hace a la causa en tanto determinación. Por ejemplo, el hermano de un paciente me llama pidiendo una consulta y me dice: “Mi hermano consultó con un profesional y el diagnóstico que se hizo es que nuestra familia tiene una modalidad adictiva”. Me trataba de comunicar, al modo de un prediagnostico, como el contexto familiar de alguna manera determinaba en mucho la adicción de su hermano.

El caso es ejemplificador, en lo personal me inclino a pensar que independientemente de las variables de la historia del sujeto, ahí lo que lo “determina” es una elección, y en este sentido ese acto y su nominación por el sujeto es “indeterminado”.

No digo que el contexto no pueda jugar un papel propiciatorio, pero de lo que estoy absolutamente cierto es que en esa “indeterminación” hay una “elección” y como tal una “responsabilidad” del sujeto por su acto.

Es muy difícil decir que por esta o aquella razón tenemos un toxicómano, sostengo que tenemos una persona, independientemente del diagnóstico inicial, en situación problema que apela al consumo de drogas como una tentativa de “solución”, de algo que no comprende en cuanto a su posición subjetiva históricamente dada, y en su singular relación con el Otro introduce su apuesta. Pero de ahí a hacer de ese acto algo que esta “determinado” en el sentido de la razón inconsciente del síntoma, es otra cosa. Esto es central para entender el tratamiento de esta problemática, porque solo cuando se pone en crisis esa suerte de “entificación” a través de la cual el sujeto se nombra y sostiene su práctica toxicómana, casi como “una cosa”, hay un universo, aunque limitado, de probabilidades en que aparezca el síntoma, es decir, aparece la historia de su “práctica toxicómana” o cualquier otra modalidad de consumo, como se suele denominar hoy en día “problemático”, pero no el síntoma.

La toxicomanía no está tanto determinada por una historia del pasado de ese sujeto como de una “elección” como destino. La toxicomanía es un acto encubridor que desdibuja al sujeto como tal. Lo usual en las instituciones es conducirse con el discurso médico y psicologico oficial y sin advertirlo, se tiende a trabajar en el sentido psicoanalítico del “síntoma” con las consecuencias que ya conocemos en estos casos. El sujeto abandonará ese “tratamiento” a su persona, como si nos dijera: “no has comprendido nada”, y solo permanecerá si media algún otro beneficio secundario a la cura..

MR: ¿Cuál es la forma en como Ud. piensa la cuestión de la cura de un toxicómano?

BB: Hay una cierta paradoja en lo que voy a formular. Es el pasaje de ese acto toxicómano “logrado” por el sujeto, a un “acto fallido”, pero no en el sentido freudiano del termino. Este es el momento donde el sujeto hace “síntoma” de su acto, podríamos decir, cuando todo lo “logrado” del mismo se ha tornado “fallido”, cuando las cosas ya no “cierran” como antes, ya nada encaja, ni siquiera el “anhelo de goce”. Y si las cosas no cierran, es porque su “operación” ha fracasado en su función de “cierre”, y ahí donde “nada cierra” contrariamente se ha “abierto” al Otro, parece que su “mensaje” acusó recibo, y este no ha sido sin consecuencias ni para el sujeto ni para su partenaire. Ese abrirse al Otro es principio y fin de todo proceso.

No hay toxicómano aislado en su practica autoerotica y autista, siempre hay alguien que padece su sufrimiento o su pasión por el goce asociado a su objeto, siempre habrá alguien quien pida por él, que lleve su “inaudita demanda”. El “Otro” como sujeto social o cuanto más no sea su propio cuerpo, su “cuerpo otro” abstinente o su mente desbastada por la alienación al fármaco, operarán como “partenaire mensajero”. Y cuando algo empieza a “acomodarse” en su relación con el Otro, esta operación puede dar lugar a la aparición de lo que el psicoanalisis freudiano llama el “síntoma”.

Este acto “logrado” por el sujeto, “asertivo”, como dije antes, en cuanto a su mensaje , reporta algunos beneficios, y se sostiene en relación con la angustia del Otro, es decir con ese “otro” que como partenaire no puede terminar de comprender su mensaje, ni la razón de tanto goce asexuado, como de su contracara, la atadura a ese padecimiento.

Hablaba de una cierta paradoja, porque cuanto el acto ha sido “fallido” por el sujeto en cuanto a su cierre autista, es cuando paradójicamente se ha “logrado” el advenimiento del Otro y ese Otro no es cualquiera sino el destinatario del mensaje, ese que acusó recibo: el partenaire. Muchas veces se asocia a este partenaire con un padre, una madre , una esposa o quien sea capaz de “soportar” las consecuencias de ese acto y su mensaje, pero a este lugar siempre están llamadas nuestras instituciones, que frente a sus distintas formas escópico mostrativas no podrán permanecer indiferentes a la naturaleza de su demanda, y es lo que abre el campo de la mal llamada “prevención” porque no se previene uno, sino de lo que esta curado. Y ese es el lugar de la causa: nuestras instituciones, su principal partenaire, y verdadero objeto, destino de la demanda toxicómana.

El verdadero “sujeto de la toxicomanía”, no es el toxicómano, si entiendo por sujeto de la toxicomanía, la fuente que determina la posición de esa representación “toxicómano”, sobre la cual el sujeto “entificado” por el discurso, es identificado y se identifica. Desujetivizado y desresponsabilizado, se ha hecho “cosa”, y objeto de goce del Otro

La noción de cura es esa compleja operatoria de “desconstrucción” del toxicómano como voluntad, destino y representación, podríamos decir sujeto de un “antiproyecto” producto de la inexistencia de un Otro que no garantiza nada, a la constitución de un sujeto sujetivizado, responsabilizado e historizado. Lo complejo de esta clínica es su “deconstrucción” frente a una fuerte estructura discursiva como resistencia. El advenimiento del sujeto del inconsciente, como lo enseña el psicoanálisis, en su estatuto de “no realizado” esta librado, en su elección, a un nuevo destino. ¡O quizás no! Depende como se haya resignificado, hay quienes hacen de su objeto algo mucho más lábil, y en ese sentido debilitado frente a la opción de un cambio de objeto , quizás con menos consecuencias para la vida del sujeto. Pero nunca ha dejado de ser una elección. Es lo que observamos como “desplazamientos” al consumo de drogas menos duras que las de su uso habitual o a otros objetos de consumo, si se quiere menos “problemáticos” para el sujeto.

Lo que debemos saber es que esa compleja “deconstrucción” del “sujeto de las toxicomanías” no afecta al toxicómano como tal sino fundamentalmente a su “partenaire” en esa fase preliminar de la cura ; y con esto me estoy refiriendo a nuestras instituciones, desde la familia y la escuela, pasando por nuestros nosocomios de salud , hasta el estado; e instituciones del saber en las cuales se sostiene nuestra práctica y ese acumulado de prejuicios, esta vez sí, que determinan su campo, su objeto y las subjetividades que lo nutren.

No hay clínica de las toxicomanías, que no devenga una clínica del Otro, y a eso están llamadas las instituciones como objeto de esa “deconstrucción” desde la familia si es que aún existe, hasta el estado inexistente. Siempre habrá un segundo tiempo para concluir, tiempo para que el toxicómano pueda “deconstruir” su pasado para hacer esperable por él y a la luz de la presencia del Otro como tal, imaginar un nuevo horizonte. Lo dije en otro lugar, lo difícil para el toxicómano, para nuestras instituciones nosocómicas y del saber no es construir un futuro, alimentar nuevos paradigmas, sino deconstruir su pasado, sus antiguos dioses y creencias, esos mismos que nuestro toxicómano ha sido llamado a revelarnos como inconsistentes, lábiles de sentido.

Recientemente me hizo llegar Ud. un numero de preguntas con el objeto de saber cuales eran las dificultades que les planteaban a los profesionales la atención de toxicómanos de una , sino la más importante, institución de mi país para el tratamiento de las toxicomanías y otras problemáticas concurrentes, dependiente de una dirección del estado, que es la de salud, y donde Ud. cumple funciones como directora del área de investigación.

Las preguntas, que más que preguntas, a pesar de mi consigna, eran testimonios, hablaban de: “la dificultad en la formación de recursos profesionales”, “la inadecuada comprensión de la problemática por estos, la falta de perspectiva comunitaria y de derechos” , “la inadecuación a las necesidades de los pacientes”, “el desencuentro de los profesionales con estos y la institución en cuanto a los objetivos de un tratamiento”, “los obstáculos a que un juicio moral conduce impidiendo lograr la rectificación subjetiva de sus pacientes”, “los tratamientos terminables e interminables” , “los toxicómanos, dependientes del sistema, retenidos, sujetados, “atrapados” por el mismo sistema”.

Estos testimonios, que en nada interrogan al toxicómano, sino que son interrogados por éste confirman de un modo ejemplar lo que he sostenido desde siempre, lo que sugiero como una clínica “deconstructiva” del partenaire institucional , de aquellas instituciones “especializadas” o no, que sin saberlo “soportan” y hacen propio lo inefable de su demanda, en definitiva una clínica de la clínica, lo que he llamado en otro lugar una “metaclínica” del “discurso oficial”, una suerte de hermenéutica sobre lo que he designado con el sintagma la “a-dicción del Otro”, ese imposible de decir, de escuchar y de dar cuentas sobre lo que ahí ya no se deja callar.

Sobre el modelo del padre, la institución denuncia en acto , su impotencia y declinación, como también hará de su objeto, el toxicómano , modelo de su imposibilidad de pensar, y perentoriedad de demanda : “¡No sé hacia donde vamos paro vamos ya!”, parece ser la consigna, sentencia paradigmática del sujeto de nuestra practica, el “experto”, el profesional de la salud, que sobre la modalidad de “su cliente” el toxicómano, en su orfandad, se ve obligado por lo que urge en la perentoriedad de su acciónar, a silenciar su ignorancia.

“La dificultad en la formación de recursos profesionales” parece ser una cuestión que ni el tiempo ni las administraciones de salud han sabido disimular, y no es un problema de recursos ni oportunidades, sino de los paradigmas que animan y sostienen sus programas, tan ajenos a las necesidades de su “objeto”, el toxicómano, como obsoletos en su campo. Quizás se haga más necesario “desinformar”, que formar lo que ya de por si se haya “deformado” en nuestros profesionales , “parentizando”, todo lo aprehendido, para una investigación sobre lo obvio, que como del sentido común decimos: el menos común de los sentidos, esta vez diremos : sobre lo que más nos cuesta ver de lo que hacemos. No se si comparte mi opinión, pero si fuese así tiene por delante una gran tarea para su dirección.

En cuanto a lo que su colega testimonia como “la inadecuada comprensión de la problemática por parte de nuestros profesionales”: Si una fundación cardiológica se acercara a sus pacientes con el mismo nivel de conocimiento que muchos de nosotros decimos tener sobre las toxicomanías y otros “consumos problemáticos” como se gusta decir ahora, la tasa de mortalidad para sus cardiopatías seria del 99% y quiero dejar librado ese 1% restante al error diagnostico, la contingencia, el azar o el milagro.

Es curioso advertir que la mayoría de los aportes disciplinares a este campo hablan de una problemática de “alta complejidad” ya sea en el plano psicológico como social del toxicómano, sin embargo no nos costara reconocer que la mayoría de nuestros recursos profesionales no se reclutan entre los más expertos y mejor formados, como para asumir tan desafiante problemática, lejos de ello son los menos formados ,mas inexpertos y hasta algún “referente par” en grado de “recuperación” se hace necesario como respuesta a ese “imposible” que llamamos toxicomanía y otros “consumos problemáticos”.

Si se me permite la analogía castrense: para vencer tantas “resistencias” se ha dejado librado a los “reclutas”, lo que es una tarea para los “altos mandos”. ¿O no es para el caso, tales juicios sobre la toxicomanía y sus complejidades, lo que justifican mi metáfora?. Desprotegidos, faltos de concepto, sin independencia de juicio, alienados al sistema de discursos que supuestamente los autoriza como profesionales para este campo, expuestos a la iatrogenia de las urgencias institucionales no es un tema de “inadecuada comprensión” , sino de alienación, y no es un juicio excesivo de mi parte, les puedo asegurar que quien trabaja con pacientes toxicómanos en el marco de una institución especializada a este fin, bien sabe de que hablo. No fueron las huestes anónimas, anómicas y hasta anémicas de los Aqueos frente al sitio de Ilión los que pudieron atravesar los muros de Troya, sino la astucia e inteligencia de Ulises. Les puedo asegurar que no se trata de otra cosa sino de poder pensar, eso que tanto le cuesta a “nuestro toxicómano” ,y si es con astucia e inteligencia mejor, ese sujeto así nominado lo espera todo de nosotros, es necesario atravesar una resistencia y salvar los muros que nos separa de ellos, no desvirtuemos su mensaje.

Hay tratamientos terminables e interminables, están también los que nunca comenzaron ni comenzarán y en este sentido quiero introducir un concepto que hace a los fundamentos de una clínica con, o, para toxicómanos que es lo que he definido como “tratamiento de la demanda” frente a la ausencia de una “demanda de tratamiento” en un sentido más estricto. Muchos de nuestros pacientes requieren nuestra atención, pero no es muchas veces lo que hemos creído escuchar o esperar de ellos, en este sentido debemos resguardarnos de nuestros fantasmas, nuestros propios deseos, de las demandas de la institución , y las del Otro social que no siempre coinciden con las necesidades reales de nuestro “sobredemandado” toxicómano.

Esto no solo habla de “la inadecuación a las necesidades de nuestros pacientes” sino que introduce una nueva cuestión que es la del “desencuentro de nuestros profesionales con la institución de pertenencia”, este desencuentro muchas veces opera como un “síntoma” de la relación de estos con la institución en la medida que el profesional es también objeto de demanda de ella como lo es de su toxicómano y en ese plano del “entrelazamiento” de las demandas, que la más de las veces no coinciden con las expectativas entre unos y otros, entre lo que la institución espera de ese profesional como su toxicómano de éste, atenta contra la autonomía del profesional en la toma de decisiones y los destinos del acto terapéutico . Mas de una vez no admitiríamos en tratamiento a quien “debemos” admitir como cuando admitimos a quien resulta inadmisible para el sistema, y no es por error sino por una diferencia, que opera ahí un desencuentro que conlleva al profesional y al paciente a un lugar común. Objeto de colusión entre ambas demandas no se produce ahí sino la afánisis del sujeto terapéutico, su desaparición con el exilio real del toxicómano, ya sea dentro como fuera del marco institucional. Es el síntoma de un gran desencuentro. Ambos terapeuta y toxicómano operan como un “resto” del sistema, de lo que ahí no se ha podido o querido pensar. Eso se termina siempre pagando con una deuda al toxicómano más los costes del “acting out” institucional.

M R: Usted habla en su escritos de “toxicomanía”, actualmente ese termino dejo de utilizarse y fue reemplazado por “consumo problemático de sustancias”, casi de manera hegemónica.

¿Qué diferencias cree que supone este cambio de nominación y que consecuencias tiene el mismo para su practica?

BB: No puede dejar de utilizarse lo que nunca se utilizó, la expresión “toxicomanía” es una expresión que en nuestro medio tiene más resonancias con el discurso jurídico que con la practica médica, pero nunca tuvo hegemonía en este campo. Expresiones como “uso indebido de drogas”, de la cual se desprendía la nominación de “usuario”, prevaleció hasta mediados de los años ochenta del siglo pasado; “abuso de sustancias” que derivaba en “abusador”, así como “farmacodependiente” dejaba indicado el tipo de consumo que prevalecía en la época, los productos de farmacia. No olvide que drogas como la cocaina son un producto tardío, de consumo masivo de los años ochenta y hasta ese momento solo era patrimonio de algunas elites del espectáculo o de la música popular como lo fue también el acido lisérgico. Todos productos de importación, que popularizaron en nuestro medio la palabra drogadicción-drogadicto o drogadependencia-drogadependiente. Cada una de estas expresiones tienen su historia y un contexto de discursos que lo determina y justifica. Y por supuesto todo cambio de nominación tiene sus consecuencias para la practica tanto en el campo de la clínica como de la prevención.

Fíjese que la expresión “uso indebido de drogas” de uso común en los años setenta y ochenta, respondía a una concepción asociada a la idea de “desvío social” donde el concepto cabalgaba a horcajadas entre el campo medico-psicológico y el jurídico y social. La meta era la “resocialización” del sujeto y su reinserción social. La clínica buscaba corregir un “desvió” más que trabajar sobre “un defecto”, no se trataba de “rehabilitar” a un enfermo sino de “reeducar” a una persona, mal educada para el caso. En cuanto al concepto de prevención, se trataba de “prevenir un desvío” informando al supuesto “sujeto de la prevención”, sobre el consumo de drogas y sus consecuencias. El hospital donde Ud. se desempeña como responsable del área de investigación hasta hace muy poco tiempo llevaba el nombre de “Centro Nacional de Reeducación Social” eso también respondió a una cosmovisión de época tanto como que hoy lleve el nombre de un nosocomio, dependiente de una dirección de salud mental.

Si no entendí mal su pregunta sobre ese cambio en la nominación de la expresión“consumos problemáticos de sustancias” por la de “toxicomanía”, cambio que en relación a mi practica tanto clínica como teórica, a decir verdad atravesó todas las épocas y modalidades nominacionales de uso, y que hoy sigo sosteniendo en relación a la hegemónica “consumos problemáticos de sustancias”. Por supuesto tiene sus razones, más que conceptuales de “transferencia”, diría como psicoanalista, es una cuestión de amor y de creencia, que aunque privada como experiencia, quizás me obligue Ud. a justificar. En cuanto a la expresión “consumos problemáticos” tengo que confesarle mi ignorancia sobre las razones de su hegemonía, aunque de ningún modo me molesta su “elección” para aventurarnos en el tratamiento de los problemas actuales, si Ud. me permite, relativos a las toxicomanías, toxicómanos y sus consecuencias.

La elección de la expresión toxicomanía y/ o toxicómano tiene sus orígenes en mi relación con el psicoanálisis francés , profesionales de renombre y organizaciones no gubernamentales , del viejo mundo, como ha sido el caso del Dr. Olievenstein del Marmotan de Paris, S.O.S. drogue internacional, o el grupo IGIA de Barcelona que financiaron dentro del convenio marco para America Latina de la comisión de comunidades europeas, la primera institución dedicada al tratamiento de toxicómanos en nuestro medio a la luz del “modelo”, si así se lo podría llamar, que sostengo como propuesta terapéutica y para la prevención, en este campo. Todos los profesionales que formaron parte de ese equipo bajo mi dirección en los años ochenta salieron de su institución. Es de uso común para los europeos la expresión “toxicomanía”, lo ha sido en aquellos años y lo es actualmente. Por afinidad con muchos de ellos lo termine adoptando, finalmente justificando y deconstruyendo para uso propio como ha sido el caso de la palabra “adicción”.

Si tomamos la palabra “tóxico” su definición es mucho más categórica que “sustancia” en cuanto a la categorización de este acto que en mi discurso se nombra “toxicómano”. Si recurrimos a cualquier diccionario, “tóxico” se define como “veneno” como algo nocivo para la salud de un individuo, más allá que estos “venenos” puedan ser usados como “antídotos” frente a “venenos” o males mayores para un individuo o colectivo social; pareciera tiene éste la ambigüedad, resignificada porla practica toxicómana, de la acepción clásica del concepto de Pharmakon en la lengua griega antigua, donde también podía significar “remedio”. Sin embargo y sin ambigüedades decimos el toxico mata, “la droga mata”, Ud. lo ha escuchado en boca de más de un “experto” en este campo, pero mata menos por temporada que los juegos de invierno en las pistas de sky del viejo mundo, y menos también que las imprudentes exposiciones al sol del medio día en las playas tropicales de todo el planeta. Como verá ese “veneno” ha tenido más resonancia que lo que puede justificar cualquier estadística en el campo social, Ud. algo de eso entiende. Lo que tenemos que preguntarnos es: ¿por qué?

Pero no me quiero apartar de mi linea de justificación a su pregunta. He definido la partícula significante “toxico” de la expresión toxicomanía, nos queda definir el concepto de “manía”: en primer lugar nos remite a la idea de fijación obsesiva con un objeto o persona: “no puedo vivir sin ella, es una verdadera manía”, también nos remite a la idea de hábito o costumbre: “no puedo dejar de tenerla todos los días, es como una manía”, también podría tener la forma de una aversión o rechazo a algo o a alguien, imaginen que un toxicómano o un “consumidor problemático de sustancias”, como se gustas decir ahora, les diga a uno de sus pares referido a ustedes como responsables de la salud del sujeto: “ese tipo tiene una manía conmigo, no para de querer manejarme, de demandarme, de esperarlo todo de mi” , quizás esta expresión podría estar en boca de ustedes como partenaire del “consumidor problemático de sustancias”, como consumidores de consumidores, consumidos por los problemas de su consumidor, como ve en algo se le parecen.

La versión más conocida es la de “trastorno mental” que nombra la contracara de una depresión del sujeto sobre el mundo de los otros. Hay quienes consideran que en la base de toda toxicomanía, lo voy a decir al estilo medico, hay “una personalidad premórbida”; y están los que han dicho y aun dicen que oculta una locura :“los drogadictos son psicóticos”, lo habrá escuchado. Pero por sobre todo manía es “repetición”, que por su naturaleza no puede sino ser “gozosa”: “no puedo parar” dice el toxicómano, salvando las distancia es lo que me pasa a mi cuando abro un paquete de mis galletitas preferidas, y como se puede ver, el goce de un toxicómano, como el de un consumidor problemático de galletitas, es el sufrimiento, cuanto más no sea cuando llega el verano y ya no me entra el traje de baño de la temporada anterior. El problema es que siempre el “goce” a diferencia de lo que llamamos el “placer de” conlleva sufrimiento, y esto es porque el goce es maníaco. Los antiguos maestros de la stoa de Atenas, predicaban la “templanza” y sabían de los estragos de las manías dionisiacas. Los abusos y los excesos siempre fueron una preocupación para el espíritu de la Polis. No lo son menos hoy para nosotros.

Pues bien le he definido la manía y su pertinencia para legitimar en mi discurso la elección del vocablo toxicomanía a pesar, como Ud. dice, de su inactualidad.

Pero si algo no lo vamos a juzgar como inactual es cuando definimos a un consumidor problemático de sustancias, como un maniaco por el toxico, como un maniaco por el goce de “ese veneno que es la droga”, también lo ha escuchado de la boca de muchos “expertos” que sostienen la nominación “consumos problemáticos”. Si bien ese veneno no ha matado a nadie parece ser lo bastante inofensivo como para que su consumo no de tanto lugar a un problema del toxicómano como del Otro. El toxicómano ,declinando en las “pistas” de su existencia, requiere entrar en “boxes” para continuar su carrera, otras veces buscaran protección jurídica bajo el estigma toxicómano, paciente o “encausado “. No faltan aquellos que harán de la institución un “parador”, o aquellos que están problematizados por llevar sosiego a sus padres, a su “paciente” esposa o a un cuerpo desbastado por “su manía por la muerte”. No faltan aquellos que son conducidos por la desesperación de la locura, ni aquellos que del otro lado del mostrador se encuentran contenidos: profesionales, operadores socioterapéuticos, referentes pares, animados por una “manía” por el bien, no menos gozosa y sufriente.

Estos son los problemas que trae el consumo a sus pacientes dependerá de ustedes como “tratan” con esa demanda, no hay ahí una “demanda de tratamiento”, los pacientes que han podido hacer “un síntoma” de su consumo, no tocan la puerta de su institución, y no porque no estén problematizados sino porque ya no son “toxicómanos”, no soportarían convivir con tanta “pasión por la muerte”, ellos ya han renunciado a ello, solo les queda construir un futuro. Quizás les quede a ustedes hacer de tanta manía un síntoma, sin envenenarse o que les vaya la vida en ello.

La otra cuestión por la que he decidido adoptar este significante de la toxicomanía, es por el valor de representación que este tiene, casualmente por lo que muchos podrían cuestionar: el valor de “estigmatización” que este tiene en el discurso. Es un significante “fuerte” en un mundo de representaciones debiles, es lo que siempre me ha atraido de esta expresión, tan fuerte para el toxicómano en el plano de su elección como para el otro en el poder de identificación sobre lo inidentificable que su acto denuncia. En otros términos es un modo de ponerle una “palabra fuerte”, a lo que no la tiene, un nombre a lo innombrable, tanto para el sujeto como para el Otro. Esto es lo “monstruoso” de la toxicomanía, no el consumidor por mas problemático que sea, ni la droga, ni su manía por el “veneno”, la droga, el goce , la muerte, el bien o el mal. Lo “monstruoso” es lo innombrable. Esto es lo que a mi juicio, en mi propuesta le ha dado pertinencia al psicoanálisis en este campo y al concepto de prevención como un nuevo campo de interes para el psicoanalista.

Pero quiero volver a su pregunta, este significante toxicómano no es ni mas ni menos importante que otras nominaciones, lo que introduce en el plano imaginario quizás por su “fortaleza” como le decia, es una polisemia fantasmática que no evitara resonancias y concecuencias para el Otro, traducido en el discurso de nuestras instituciones, desde la familia a las políticas de estado referidas a este campo.

Ud. lo sabe ,cuando alguien dice “toxicómano”,se dicen muchas cosas: el efecto polisémico y fantasmático es multiplicador, “toxicomanía” es: muerte, es goce sobre lo indecible, practica de lo indecidible, es el fantasma sobre paraísos innombrables , incomunicables, es el goce ilimitado, es la perversión, es la perdición del mundo, es la enfermedad incurable, es el amor a la muerte, es la locura, es lo que no tiene retorno, es la feminización del mundo, es el mas aberrante de los actos, es el mas condenable de los delitos, es lo que conduce a lo inesperado, que siempre es inpenetrable como el toxicomano mismo, es el mejor programa de campaña, es el final de la educación de nuestros hijos , es la perdición, la culpa de los padres , la resurrección de la carne y el goce, es un buen negocio, es un flagelo social, es lo imperdonable, es el miedo, es la angustia del terapeuta, es el robo, el asesinato, la impunidad, el trastorno de nuestros jueces, encuentros y desencuentros enrredos y polemicas por una ley en la que nadie cree, es la impotencia de nuestras instituciones, es para muchos preferible la muerte, la lista no se agota ,sino, que me agota, en defimitiva la toxicomania es el mal.

La naturaleza de ese fantasma dependerá de quien sea interrogado por ese significante, para un padre será el futuro de sus hijos, para un presidente el de su nación. ¡Vaya monstruo! Le dejo a Ud. pensar cuales son los fantasmas de su institución, los suyos propios cuando dice toxicómano ,cuando este “consumidor problemático” para el Otro tan poco problematizado en si mismo, lleva el nombre de toxicómano a las puertas de su institución para despertar “manías” propias y ajenas.

No son a mi juicio los “consumidores problematizados” por su acto, lo que nos trastorna en el marco de una sociedad hiperconsumista y problematizada más que por “sustancias” por “insustancialidades”. Es un error para mi opinión, pensar esta problemática en términos de salud mental, y no es un atentado contra la razón, ni el sentido común, sino por el contrario

El acto toxicómano dice mucho más que un acto medico o terapeutico, mucho más que cualquier psicología, y si ud me permite, que toda sociología,quizás de lo que se trata es de detenernos a escuchar “desprejuicialmente”, quizás haya algo en el mensaje del acto toxicómano, su agente y su partenaire, sobre lo cual nada querramos saber. Es lo que “quema”, decia un colega recientemente desaparecido, nadie quiere atizar esa “brasa”, ser “abrasado” por ella, ni abrazarla, por eso es tan dificil el tema , tanto de los tratamientos como de la prevención. Quizas haya un niño que se atreva a decir “el rey esta desnudo”, y de ese niño se trata cuando hablamos de psicoanalis en este campo. Pero no cualquier psicoanalisis.

Me voy a permitir una observación sobre esta práctica que es el psicoanálisis: “Los psicoanalistas no escuchan”, “en casa de herrero cuchillo de palo”. Que paradoja me dirá usted, y lo que es peor lo dice un psicoanalista ; y le diré es por eso que me autorizo a ello. Todo parece tomar la forma de un mundo cerrado sobre si mismo, amurallado por sus propias certezas, le puedo asegurar que es muy dificil conversar con un psicoanalista. Hace algunos años atrás, no muchos, una exnovia mia en oportunidad de invitarla yo a salir, se resistio muy firmemente a mi invitación, con el argumento de que a ella le resultaba muy dificil y hasta tedioso conversar con un analista. Apelando a otros recursos logre convencerla, y le puedo asegurar que no carecia de condiciones intelectuales, más aun se ocupaba de cuestiones sociales asi como ud se ocupa.

Los psicoanalistas dialogaron con otras ciencias y disciplinas, freud así lo hizo; con la medicina nunca habria alcanzado para comprender las histerias de la etica Victoriana. El psicoanalisis debio ser dialogista para concebirse a sí mismo, debera seguirlo siendo para terminar de deconstruirse, a la sombra del discurso medico, del cual nunca se ha liberado.

La escuela francesa de psicoanalisis a partir de los aportes de Jaques Lacan enrriquecio mucho este dialogo: el estructuralismo de Levis strauss, la lingüística de S…, el pensamiento de Hegel , las matemàticas, la topología y hasta el pensamiento de heeideguer ha contribuido a ello, pero no fueron los únicos; en los origenes mismos del psicoanalisis, karl jung dialogo con las ciencias orientales y hasta la cábala, hoy en dia los hay que dialogan con Prigogine, morin y el mundo de los objetos complejos y la teoria del caos.

Lo que quizas les hace falta a los psicoanalistas hoy es un dialogo más llano, con aquellos que naufragan en los confines de la existencia, en los margenes , psicologos de distintas orientaciones, medicos , trabajadores sociales, educadores y otras disiplinas que en mucho contribuyen a este campo , pero fundamentalmente entre ellos mismos ,más allá de toda división de escuela, lo cual les obligará a una cierta epogé, “parentización” del juicio, para poder ver y escuchar lo obvio. Son esas “transferencias salvajes” con los cuerpos de la teoria, con los nombres de quienes las han padecido, porque las teorias se padecen, se sufren, se goza de ellas, que paradojalmente oscurecen el campo del conocimiento. Sin este “parentesis” se hace imposible “ver”, que en la practica del psicoanalista se traduce por “escuchar”. Los psicoanalistas deberian saber producir “olvidos”, para no obstaculizar la escucha, esta es la esencia de la investigación en psicoanalisis, una suerte de alzeinmer del juicio , o mejor del prejuicio, para no caer en la insensatez. Hay un universo de insensateces en los mitos y construcciones de la teoria.Cuando me referí a la mirada de un niño quise hacer un elogio de la inocencia, no tanto para aquel que no ha alcanzado la edad de discreción, sino el que puede estar libre de culpa. Cuando dije, “no cualquier psicoanalisis” , no hablo de “escuelas”,quise decir: un psicoanalisis y su psicoanalista deconstruidos. Pero quiero retomar su pregunta en el punto en que la dejamos.

Por ahora lo que sabemos es que de no hace mas de 10 años a esta parte , y ud lo debe saber mejor que nadie, que respecto del 2010 se duplico el porcentaje de jovenes que consideran que no es dañino para la salud fumar marihuana ni riesgoso de iniciar una adicción, que durante ese mismo periodo aumento el 200 % el consumo de extasis y se triplicó el de cocaina. Porcentajes que se vienen replicando desde que yo tengo uso de la razón profesional en este campo, y le puedo asegurar que no hace poco tiempo. Pero lo que más me preocupa es el uso de la razón de los “preventores de oficio”. ¿Ud cree que no es una seria invitación a pensar los programas de “atención primaria de la salud”, orientados a “medicalizar” todo lo que en el campo de la llamada “prevención de orientación psicoeducativa”, como dicen nuestros colegas Peruanos, hubo que botar a un lado.

Podemos coincidir a esta altura que los llamados “programas de prevención” entre “especificos” e “inespecificos” que respondian a modelos de carácter psicosocial, no tuvieron mejor suerte que el “sanitarismo” actual . No quiero ponerme irrespetuoso en cuanto a mi afirmación, pero como diria un argentino educado: todo el modelo sanitarista actual, a la luz de estas estadísticas parece haber ido a parar al sanitario.

¿Ud no cree que estos datos no hablan de un mal negocio en terminos de inversión?. Quizas el niño lo pueda ver, porque se requiere un “estupido” para no poder verlo. No lo tome como una falta de respeto o consideración a todo el esfuerzo que hoy se realiza en este campo de la prevención sanitaria, tomelo como un concepto que se desprende de la identificación, en el campo de la practica teorica, con su objeto, el toxicomano.

Podriamos decir que la “estupidización toxicomana”, esa mania por el “goce del idiota” ha llegado a su preventor, y digo goce del idiota porque al modo toxicomanigeno no se goza sino de lo que no sirve para nada, el goce no solo es maníaco sino estupido, en tanto no persigue fin util alguno. Es un mal negocio “replicar” a nuestro cliente, y no hemos podido dejar de hacerlo hasta hoy, a eso llamo “estupidización” del juicio en este campo.